lunes, mayo 30, 2005

Mato por un contrato (o cómo se puede pasar toda la vida boleteando)

Para entrar a trabajar ahí hay que matar a un periodista, escuché mil veces. O a un abogado. O a un ingeniero comercial. Yo quiero un contrato. Lo exijo como ciudadana libre. Quiero vacaciones, aunque sea tres semanas al año, pero que sean pagadas. Así no me paso todo el año juntando plata. Quiero enfermarme bien, pasar en cama y que me paguen las licencias. Quiero tomar remedios y no tener que embalarme con agüitas de ruda, de perejil y de perra para que se me pasen los achaques de la edad. Quiero ir a hablar con la Cordero para que me de una licencia trucha por depresión endógena. Quiero un día administrativo e irme a Buenos Aires con mi novio. Quiero dejar de pensar que no puedo tener una guagua porque con el solo parto no sólo quedaría tuerta, sino también ciega. Quiero aguinaldos de fin de año y un patético regalito. Los de mi generación estamos condenados, por eso empecemos la campaña Contrato para un Hermano.

domingo, mayo 29, 2005

Lo que más me gusta de ti es que eres buena para comer

Eso me dijo mi novio una vez. Estábamos en el auto y mientras de mi fluían esas frases Village de amor y locura, él sólo atinó a decir eso. Primero, me dieron ganas de llorar. Después, de matarlo. Para ser sincera, yo esperaba algún recordatorio a mi rucia y peliteñida cabellera, a esa inteligencia tan emocional que poseo y de la simpatía que fluye en mí. Pero nada. Ahora que ha pasado tanto tiempo, se me alumbró la ampolleta. Los hombres buscan en sus novias a ese fiel amigo guatón-parrillero que nunca los decepciona. Descubrí que las gordas podemos ser un buen partido. Porque cuando pasen los años y nos cambien por esas anoréxicas... pucha que se van a acordar de nosotras!

Amores que matan

Para mi Gabyta, que le encantó este
cuento en una clase de Literatura
allá por el '99, cuando eramos bachiamigas.
Cuando terminó de leer el libro se inundó de una sensación de vacío, estaba tan solo y esa pareja, la de la novela, era tan feliz, haciendo lo imposible por estar juntos. Él, en cambio, había pasado una vida tan simple, tenía 55 años, no tenía amigos ni familia, lo único que sentía como suyo era la gran casa, ya casi abandonada, de la cual no quería marcharse, porque los recuerdos de un pasado un poco mejor lo mantenían vivo.
De pronto se le ocurrió algo, quería morir, pero morir con fama, con gracia, de una manera entretenida. Él nunca había sido una persona entretenida, más bien fome, falto de humor y sin poder reir de si mismo.
Quería morir, pero lo haría con gloria y por la única cosa que lo había apasionado de alguna manera. Iba a tomar Coca Cola hasta que su organismo no resistiera la cantidad de azúcar que contenía su sangre, cuando el gas lo hinche tanto que el estómago se dilate sin poder volver a su forma original, cuando su cerebro explote como cuando sirven las bebidas con hielo y el reventar de las burbujas te llegan a la nariz.
Primero, gastó todo el dinero que disponía en comprar acciones en Embotelladora Andina, así podía acceder a una cantidad ilimitada de Coca Cola gratis, que fue almacenando durante un mes. Cuando llegó a la cantidad deseada se sintió contento, tenía listas las mil botellas que había juntado. Las tenía de todos los portes, personales, de medio litro, litro y medio, latas con motivos navideños, de vidrio y una edición limitada, sólo para accionistas, que venía en envase de cartón, como el de las leches.
Empezó a tomar lentamente, no quería que antes de su muerte terminara odiando la gaseosa y sus planes se esfumaran. Tomaba Coca Cola cada media hora para mantener el ritmo y no dejar tiempo para la absorción del azúcar y la deshinchazón. Al paso de los días era una bola de manteca, pero al mismo tiempo también sentía que estaba logrando algo en su vida.
Lo que más quería en la vida lo estaba matando y eso lo llenaba de orgullo, sería como en los libros de amor, dando la vida por su amada, porque no sólo tomaba Coca Cola, sino también con las acciones compradas aumentaban las inversiones de la empresa, y su amada seguiría siendo universal.
Empezó a respirar más lento, ya no poía juntar las tapitas de las botellas y pegarlas en las muralas, como lo había hecho. Tomó una decisión: llenó la tina de Coca Cola y se sumergió en ella, no saldría de allí hasta dejarla vacía. Empezó a beber, sus tímpanos explotaron y las corneas salieron de su posición normal como pidiendo auxilio. Mientras él cantaba en silencio, una y otra vez, las canciones de Coca Cola y la vida se le extinguía.

sábado, mayo 28, 2005

Al otro lado de la cama

Hay un velador, seis libros y una lámpara que apenas alumbra.

miércoles, mayo 25, 2005

Esto de cambiar de ambiente

Esto de trabajar en Providencia me está volviendo loca. Lo primero, es el extenso viaje en Metro que me está provocando una fobia increíble, pero ya me referí a eso (leer miércoles 18 de mayo). Pero ahora le agarré un medio enorme a mi consumismo .

Lo sé, me encanta comprar y estoy sumergida en una esquina donde se concetran más tiendas y caracoles y multitiendas y farmacias y zapaterías y hasta un mall en Santiago y debo pelear cada mañana para no tener que sucumir y triturar mi billetera ante tanta liquidación de fin y de inicio de temporada.

Si la semana pasada fue una chaqueta verde que me miraba en Falabella, el lunes me desesperé por unos jeans. Ahora, estoy en la búsqueda de una cartera negra (pero ojo! es LA cartera) que aunque me la imagino, nunca nadie diseñó. Lo malo, es que en esa búsqueda infernal encontré unos pantaloncitos que se verían muy bien con esa cartera, una polerita que más adelante compraré y unas botas rosadas que sean lo más Paris Hilton posible, pero todo muy lado B.

Si sigo así, el próximo año me irán a ver a Capuchinos.

martes, mayo 24, 2005

Mira, mira. Mira lo que se ve.

Cuando era más chica, miraba la cordillera y trataba de encontrar a algún esquiador que venía bajando rápido desde El Colorado. Creo que ahora busco a un tipo en snowboard.

lunes, mayo 23, 2005

Me dejaron por un equipo de fútbol...

mejor me iré a jugar a las Barbies.

sábado, mayo 21, 2005

La tentación del e-mail o cómo mantener la esperanza con un correo electrónico

Así es la vida. Un día estás de novia y aunque todo va mal, piensas que tiene solución. O no te pescan, pero crees que es lo típico de un hombre. Empiezas a darte cuenta que los hombres no salen a bailar solos, sólo porque les encanta moverse al ritmo de la música. Y te ves un sábado en la noche, sola, mirando a la Gorda Vivi uniendo a otros gordos a quienes les han roto el corazón. Ya, después de tanto síntoma, sigues creyendo todavía que el test saldrá negativo. Entonces, llega lo que siempre tu inconciente se negaba a declarar: te terminan.

No hablaré del típico dolor de guata, el llanto reprimido y el deambular sicótico con que andas por la vida esperando que la micro justo se desvíe a la vereda y arrase con el cuerpecito, flaco en esos momentos, con el que esperabas el autobús con destino a ninguna parte. El tema que convoca es la humillante tentación de mandar un correo electrónico al provocador de tus males.

Entonces, te despiertas cada día y prendes el computador. Revisas tu correo y nada. No hay un mensaje para ti. Más bien, sí te encuentras con algo: tu amiga que se encuentra en las playas de arenas blancas y aguas tranquilas te cuenta lo bien que lo está pasando; tus amigos te mandan cadenas recordándote lo mucho que te quieren a pesar de que no los ves hace bastante tiempo y La Tercera te envía los titulares de la tarde anterior. Pero del inombrable: Nada.

Con esta lectura matutina empiezas a escribir un texto eterno contándole a ese hombre lo que has hecho los últimos días sin él. La ida a esos eventos a los que te invitaron sólo porque alguien les contó que era bueno que te invitaran a salir. Y continúas haciéndote la que no pasa nada, llenando líneas tan tontas y sin sentido, que hasta ti misma te darían pocas ganas de leer. Sabes que con esto no perderás la dignidad y lo peor que pudiera suceder, es que no lo vieras nunca más en tu vida, con seis mil millones de personas en el mundo, hay pocas posibilidades de que alguien te recuerde los indignos correos que enviaste en tus años de juventud.

El problema real es que un mail puede contener lo que quieras. Así un lunes le explicas lo salvaje que estuvo ese fin de semana. El martes le pides que por favor te devuelva el libro que le prestaste el día en que empezaron a salir. El miércoles, como no ves respuesta alguna, te dedicas a enviarte los correos a ti misma dándote esperanzas y buenas energías. El jueves, por fin, ves una respuesta y lees "ok, te lo dejo con tu nana", mientras te emputeces con el pobre computador que no tiene la culpa de que te hayas enamorado de un troglodita. El viernes esperas que no hayan pagado banda ancha para no tener que revisar tu correo, pero como te puedes conectar, prefieres desenchufarlo. El sábado te conectas a msn y hablas con un pobre tipo, que al igual que tú, lo ha dejado su novia. Lo bueno, es que sufren juntos y planean una cita que nunca sucederá. El domingo lo pasas pensando en qué estará ese hombre que tanto te hizo sufrir, mientras ruegas que esté tan solo como tú.

Al correo electrónico deberían suspenderlo para los que los han dejado botados. Sólo son causas de males para esa gente. Escriben y escriben para los que ya han dejado de interesarse en tí. Les llenas su pobre capacidad Hotmail con asuntos que tu crees atractivo, pero que seguramente se irán a trash sin ser leídos. Y nunca te responden.

Para los que los han terminado, lo mejor es hackearse a uno mismo. Olvidar la contraseña y crear un correo nuevo. Empezar de cero con carpetas nuevas, con saludos nuevos y con historias nuevas, con una nueva lista de correos en los que no se vea un vacío en el lugar que ocupaba ese otro.

// En el próximo capítulo el otro lado. Y qué pasa cuando creces y lo único diferente que encuentran en tí es que estás más rubia!//

viernes, mayo 20, 2005

Los cinco mejores helados del Bravíssimo para este invierno

* Chocolate suizo
* Merengue con lúcuma
* Papaya
* Pie de limón
* Frambuesa

jueves, mayo 19, 2005

Cinco canciones para escuchar esta tarde

1. Culpable - Guadalupe
2. Soy feliz - Vicentico
3. Vogue - Madonna
4. The blower's daughter - Closer
5. Me gustas - Mario Guerrero

miércoles, mayo 18, 2005

Historias de Metro

LLevo 20 horas de este mes y ya se odia. A veces suelo encontrarme con las mismas personas, que van con sus mismas caras de nada. Odio a esas señoras que pisotean por un asiento al lado de esas ventanas empañadas. Odio el olor que hay el viernes a las 7 de la tarde. Odio al oficinista aburrido que me mira sin lograr el mínimo coqueteo. Odio que entren al carro sin dejar bajar. Odio a las viejas con coches ¡cómo se les ocurre meter un coche en el metro! Odio a los cabros chicos que lloran por un asiento. Y a sus madres que son incapaces de calmarlos.
Los que me caen más mal son los que hablan fuerte. Los que no dejan leer hablando tonteras. Los que se sientan en el suelo mientras un mar de brazos intentan sujetarse a esos fierros fríos. Pero lejos, lo que más odio, es ese chofer que frena en los túneles, deja las puertas abiertas del tren en la estación por minutos a pesar de que nadie más puede subir y que además, con su voz de radio fm, me indica todas las mañanas que he llegado a la Línea 2.

martes, mayo 17, 2005

La revista del 16 de Mayo

La revista más top de esta semana es Lápiz. En español e inglés, muestra lo más choro que pueden hacer los del primer mundo. Eso sí, para comprarla, hay que tener 8 euros, para copiarles millones!