miércoles, junio 29, 2005

Después de la universidad... ¿el matrimonio?

Últimamente me han preguntado mil veces si me caso. Hasta el momento, no he visto ningún vestido de novia en la cartera. Ok, uno puede estar de novia, pero eso no implica el casorio. El argumento de muchos es que ya salí de la universidad. O sea, como ya estudié los cinco años que permiten que este país esté en vías de desarrollo, ahora debo contraer el sagrado vínculo y dedicarme a lavar platos y cuidar guaguas. Para ahora, hacer crecer el índice de natalidad. Yo siempre respondo que soy muy joven. Y no falta quien responde que a mi edad ya tenía casa, auto y tres cabros chicos colgando. Yo no sé por qué a la gente le dan ganas de casar a las otras personas. Y lo peor, es que cuando ya están casadas, le empiezan a pedir hijos. Y cuando ya tienen un hijo, les empiezan a pedir un hermanito. Así, infinitamente.
Últimamente me he encontrado con gente que no he visto hace años. Todos me han preguntado si estoy casada (aló? tengo 24 y cara de 18). No me preguntan si tengo trabajo o terminé la universidad. Lo más divertido, es que uno llamó a mi casa y me preguntó si ya tenía marido (... aló? no crees ya habría dejado la casa paterna?), cuando la última vez que lo vi estaba por dar la prueba de aptitud. Exijo preguntas de otro estilo, acá van unas, que sin ser brillantes, son mucho más creativas:
  • ¿Cuándo te operas el rollo? Tengo el dato de un buen cirujano.
  • ¿Cuántos posgrados estás dispuesta a pagar/hacer?

Y bueno, también hay otras personas que en vez de hablar de matrimonio, andan convenciendo a la gente de que convivan. Romi, es que es no sabes nada de eso de la cotidaneidad, eso de llegar raja de cansados y cada uno hacer su vida, me dijreon. No gracias, cuando estoy raja, sí que quiero estar sola.

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lunes, junio 27, 2005

Los ricos también lloran

Esa frase es total. Y no lo digo porque tengo una billetera demasiado abultada.

sábado, junio 25, 2005

Soy adolescente... y qué?

Yo no me doy cuenta que tengo espinillas hasta que me miro al espejo. O hasta que alguien me lo recuerda. A veces no pesco, especialmente cuando es mi mamá o mis hermanas. Pero la otra vez un señor en el ascensor me lo recordó. Te comiste un chocolate, me dijo en el piso 1. Yo me miré el michelín abdominal y juré que me había delatado. Pero era mi espinilla. Hasta el piso 15 le fui argumentando todos los factores que favorecen mi acné (qué fea esa palabra!): el cigarro, el alcohol, el poco sueño, el smog, las preocupaciones, la universidad, el trabajo, la barba del novio y la regla. Lo atoré. Cuando ya estaba abriendo la puerta me grito desde el ascensor: en verdad, son muchas cosas.

jueves, junio 23, 2005

Posmodernismo

Hace dos años que no lo veía y nos juntamos a almorzar. Entre uno lomito con palta y otro italiano, mi coca light y su shop, conversamos de estos 24 meses sin vernos. Una actualización de amistades y familias. Una repasada por nuestras historias. Varios kilos de más y un nos vemos. Esa si que es una relación postmoderna.

lunes, junio 20, 2005

Auto abajo

Una vez iba en el auto peleando con mi mamá y en el primer semáforo que vi, me tiré auto abajo. Lluegué al metro llorando, pagué y me senté en las escaleras a llorar hasta que se me pasara. Bueno, que se me pasara la pena y la cara roja que delataba todo mi sufrimiento. Estaba en eso cuando se acercó el chico mayo, esos guardias de metro que andan con su cortavientos amarillo a pesar de que en las estaciones no hace frío ni calor. El guardia, todo atento, me preguntó si me había peleado con el pololo. Yo, me puse a llorar aún más. No tengo pololo, le dije. Le conté que me había peleado con la mamá. Me ofreció el baño de la estación "para lavarme la carita" y un té. Se quedó un rato hablándome y me fui. En verdad, no puedo acordarme ahora por qué esa vez me enojé con la mamá...

Creo que pasaron unos ocho años y se me ocurrió hacer lo mismo. Iba en el auto con mi novio por la Costanera y se me ocurrió tirarme auto abajo.Esta vez agarré mi cartera y crucé el Forestal mientras de su auto el novio gritaba enojadísimo mi nombre. Apenas me bajé del auto caché que la había cagado... no sabía qué hacer ni dónde ir. Peor, las llaves de mi casa las había dejado en el auto. No sé por qué corrí un poco (un auto no puede entrar al Parque Forestal, pienso ahora) y me senté en una banquita a llorar. Cuando paré de llorar, me di cuenta que el Parque Forestal es puro amor. Mil parejas de la mano caminando. Pero como a mi me pasan las cosas más absurdas, justo una pareja de película (ella estaba embarazada y él le sacaba fotos) se me acercó para que les tomara una fotografía. Ahí entendí que la gente que anda tomada de la mano o anda en micro o no se tira auto abajo.

miércoles, junio 15, 2005

En los calcetines del papá

Desde que el papá es diabético no usa calcetines con elástico. Los que tenía, ahora quedaron en mi closet. A veces me los pongo, si es que mis hermanas no los usan. Hoy ando con uno de ellos que saqué escondida. Son café y talla 44. La mía, 38. Todo el día mis botas se han comido los calcetines del papá. Es difícil andar en los calcetines del papá.

elojonoincomoda@gmail.com

Desequilibrios

Hay alguien en mi vida que a veces me dice que soy desequilibrada. Mírate, eres una desequilibrada, creo que me dice. Yo escucho. Creo que siempre me lo ha dicho por teléfono. Por eso no lo pesco. Si me lo dijera de frente, me caigo. Ahí sí que perdí el equilibrio, le diría. Creo que tiene razón, si fuera equilibrada estaría trabajando en una oficina en Sanhattan. No tendría un blog y menos hablaría de mi belleza. Vería un programa de tevé entero y no haría zaping cada diez minutos. Si fuera más equilibrada, ordenaría mi pieza a los fengshui y comería a las horas exactas, no almorzaría a las siete y media de la tarde. Si fuera equilibrada no hablaría tan rápido y modularía mejor. Tendría una lista de proyectos a realizar y no un puñado de ideas que varían a cada hora. Si fuera equilibrada no pensaría que mi vida es una pasarela. Si fuera equilibrada, claramente no sería yo.

martes, junio 14, 2005

Profesión: Periodista

Ayer me inscribí en un curso de italiano. Se supone que de aquí al 18 de septiembre estaré hablando italiano como en Los Capo, claro que con un poco más de rating. Estaba llenando una ficha de inscripción y por primera vez escribí mi profesión. Por primera vez, desde que estaba en kinder el año 86, casi 19 años atrás, que no escribía "estudiante" en todos los formularios que me tocó completar.
Para ser sincera, me emocioné. Fue el descueve tener profesión o nombre o catálogo. Quizás, pienso, si estuviera en la cárcel no sería choro poner "reo". La cosa es que estaba en eso, comentando lo joven que parezco y que no tengo cara de periodista (¿seré muy bella para ser periodista?) cuando el hombre empezó a hablar de las posibilidades de un postgrado... a no señor! por favor, déjeme disfrutar de mi profesión!

sábado, junio 11, 2005

Esas llamadas freak

La peor de las decisiones se toman cuando uno no está sobrio. En todo ámbito de la palabra. ¿Quién no ha recibido un llamado jugoso delamigo/a querido/a que no ve hace siglos, y escucha del otro lado de la línea unas palabras mal pronunciadas y poco moduladas y en especial la frase célebre "uta que te quiero"?.
Sí. Lo he hecho. Soy una jugosa y a menudo me baja todo elsentimentalismo y recuerdo a ESE ser querido, que no quiero ni debo recordar, pero a pesar de eso, tengo registrado su número en el primer lugar. Antes que a la partner o algún número de emergencia: (entiéndase como crisis existenciales) el teléfono de la tarotista amiga o el del amigo gay.Y debo confesar que me he vuelto adicta al tema. Espero todo un mes que llegue el día 20 cuando me llega al celulítico (lo único quea cepto con ese nombre) los minutos, para gastarlos todos en una noche. Y lo peor es que al día siguiente me doy cuenta no sólo de que debería haber tomado menos, sino que también es la plata más mal invertida. Lo más triste de todo, lejos, es el llamado al día siguiente de aquella persona en especial que te dice "¿qué onda anoche?" y ahí, tumbada en la cama, con un dolor de cabeza y un vaso de agua al lado, te avergüenzas por primera vez en el día de haber hecho tal disparate.Y sucede el día y te acuerdas y te arrepientes y piensas en volver a llamar (ahora, sobria) para dar algún tipo de explicación pero tu pepegrillo, que en la noche anterior definitivamente NO actuó, te dice que no. Definitivamente, no deberían dejar tomar con celulares cerca. Así y todo, sigo esperando el próximo 20.

viernes, junio 10, 2005

Solas y mal acompañadas

Esto ya parece rutina carretística. “Una vez más, solas” (recalcando sobretodo la última palabra) es nuestro ya gran lema con mi compañera de carretes Pía –que ya casi parecemos lesbianas-. Esa busca incansable de machos en una prototípica noche santiaguina: su happy hour, y luego a la caza (lo dije bien, con Z y no con S).
Cuando ya los rostros masculinos inclusive del peor adefesio te parecen bellos, nos lanzamos.
Primera víctima. Un tipo galán de porno barato que su primera palabra huele a sexo. Desechado.
Segunda víctima. Un tranquilo y apacible chico de lindos ojos que mira en un rincón. Después de hacer contacto visual casi media hora (y con varios cc en el cuerpo) me acerco para alejarme a los quince siguientes minutos. El tipo no sólo era un incompetente auto-referente, sino que además evangélico. Ojo que no tengo nada en contra de los evangélicos, pero mi sentido de escapatoria se activó a penas pronunció la palabra dios. Desechadísimo.
Tercera víctima. A esas horas había perdido toda seguridad del encanto femenino hasta que apareció el susodicho. Entre miradas que iban y venían, se acercó al más puro estilo Neo de Matrix (riico). Y a decir verdad, tenía hasta un aire de Keanu Reeves (doblemente riico). Después de cruzar palabras, me las di de Morpheus y supe que él era el elegido. Ensalzamiento inútil pues su linda barbie que tenía de novia, venía directo hacia mí con una nueve milímetros dispuesta a mutilarme.
Despachado.
Finalmente, la caza terminó en la casa, mientras nos repetíamos “una vez más, solas (que mal acompañadas)”.

jueves, junio 09, 2005

No hay nada peor que rotear... pero odio a los rotos!

Ayer iba feliz en el Metro escuchando música y pensando en lo bella y feliz que soy. Tres rotos iban sentados en el suelo y, al carro, subía y subía gente apurada para llegar a ver el partido. Entonces, era tanta la masa humana que se metía a mi carro, que me fueron empujando a donde esta ese grupo de rotos que estoy segura que les habían dado el día libre en Colina 2. Bueno, yo venía escuchando muy embalada una canción de A-HA tan vieja como Tutancamón, cuando uno de estos delincuentes me agarró la pierna! Escucharon bien, el infeliz me agarró mi linda piernecita!!! Me di vuelta y le dije: Oye hueón qué te pasa! No me toquís la pierna. Entonces miré para el lado esperando el aplauso del carro por mi valentía y que uno de los oficinistas que miraban saliera a mi defensa, pero NADA!!!
Ahora entendí que los rotos no eran los delincuentes que osaron a agarrar la tan carnuda extremidad que poseo, si no esa plaga que no dijo nada cuando yo alegaba mis derechos.
¿Quieren saber qué pasó despues? Bueno, me puse tiritona y me cambié de puesto.

miércoles, junio 08, 2005

Muy No es Muy Sí.

La Stefa, mi hermana farandulera, que es preciosa (aunque no tanto como yo), que va a fiestas electrónicas y a la que una vez invitaron al cumpleaños de la Cata Pulido tiene una frase muy sí: muy no. Las cosas que son feas son muy no. La gente que se viste mal es muy no. Cruadrillé con flores es muy no. La gente poco agraciada (para no decir fea, porque me retan mis amigas) es extremadamente no. Que te den el asiento en el Metro, a mi edad, es extra no (siempre pienso: tendré cara de vieja o tengo una guata tan grande que parezco embarazada). El alza de la bencina es ultra no. Ponerse joyas robadas para ir a la tele es demasiado no. Decir que el programa favorito de tevé es "El show de los libros" es harto no. Chalas con calcetines es muy no. Decir slip y cuadros, bastante no. ¿Aprendieron?
elojonoincomoda@gmail.com

El ambiguo msn (parte I)

Con el messenger nada se sabe, porque puedes estar toda una tarde (con la noche incluida) esperando que tu príncipe se conecte. Pero nada. Aparece esa milagrosa ventanita azul y no importa qué es lo que estás haciendo porque casi de manera innata, miras al costado inferior derecho suplicando algún dios que sea él. Pero no.Nuevamente el sonido casi celestial llama la atención (que hasta a veces interrumpe conversaciones rousseanas sobre la bondad del hombre en su estado natural) y el nick que aparece no se encuentra codificado en tu disco duro. Y es ahí cuando se abandona todo tipo de actividad. Clickeas encima con la esperanza de que sea él. Y el computador se demora. Y te late el corazón. Y te tiembla el cuerpo. Y te sudan las manos. Y dictas todo tipo de sacrilegios en contra de Microsoft por no crear computadores que no se fatiguen. Y cuando al fin se abre la ventana, no era él. Y odias de por vida a ese pobre ser humano que se le ocurrió cambiar de nick. Y piensas que no debe existir gente tan patética como uno. Pero decides esperar. Total, lo último que se pierde es la esperanza.

martes, junio 07, 2005

La maldita obsesión de su correo

No creo que exista alguien más obsesionado que yo en cuánto a los correos electrónicos. Incluso mis amigas me han solicitado la ayuda de mi elocuente mente para adivinar claves. Pero con el de Martín me superó.
Ocurre lo siguiente. Existen sólo dos motivos para cabecearme tratando de achuntarle a la maldita respuesta de su pregunta secreta. El primero recae en el iluso correo del mejor amigo, para ver si acaso éste le respondió que estaba feliz de que su compinche haya encontrado a la mujer de su vida. Pero nada. Como dije antes, fue mera ilusión.
Lo segundo se fundamenta en la maldita inseguridad de querer saber y controlar lo que ocurre en su vida. Estar al tanto de todo sin que él se entere, claro. Y nos encontramos con la sorpresa: la tierna amiga del alma que le escribe con palabras más dulces y cariñosas de las que yo podría escribirle a mi novio. Pero eso no acaba ahí. El calvario recién comienza. Con los días te vas dando cuenta de que no sólo es UNA la amiga tierna, sino que al menos cinco. Y para rematar tu triste noche frente de al computador, ves que él mismo responde sus correos de la misma forma cariñosa.
Lo más dramático de todo, es que una no puede decir nada porque prefiero que me considere loca por inventar infidelidades falsas a que me piense como una mina patética.
Stand by. Recupero la lucidez y me decido a no abrir más el tormentoso correo.
Al menos, hasta mañana.

Mi vida es una pasarela (y ahora tiene banda sonora)

Una vez me bajé del metro y sentí que mi vida era una pasarela. Así de simple. Desde ese día, cada vez que camino pienso que adelante hay un par de fotógrafos que me encandilan de tanto flash. Y la gente me mira mientras desfilo lo que esa mañana saqué del closet. Si hay personas que me mira demasiado y con cara rara, me dan ganas de ofrecerles mi autógrafo. Quizás, pienso más tarde, tenía el cierre abajo y todos se daban vuelta a mirarme para que atinara a subírmelo.
La cosa es que ahora mi pasarela tiene banda sonora. Creo que sólo falta que Roberto Giordano se pegue esos discursos en la onda de "Kenita, qué fabulosa, Kenita la novia del futbolista (o en su defecto) tenista más importante de Chile". Me regalaron un reproductor de mp3 que tiene más onda que todos los electrodomésticos juntos que hay en mi casa. Así, me paseo por Provi (mi Quinta Avenida) escuchando canciones de Franco de Vitta (mi favorito después de que me prostituyeron a Arjona) mezcladas con Morrisey y lo que descubrí en mi verano, Fatboy Slim. Sueño que antes de que la pasarela llegue a su fin, haya alguien al final esperando mi piquero.

viernes, junio 03, 2005

Las mujeres FM

La Cony me decía hace un tiempo que quería ser una mujer FM. En verdad, no entendí mucho y hasta me imaginé que quería ser una mujer-radio. Las mujeres FM, me dijo, son las Felizmente Mantenidas. Creo que ahora quiero ser una de esas.

La Josefa que no es Josefa

A la Josefa, que no es Josefa, la conocí hace varios años atrás en Antofagasta. Después nos encontramos bailando en Cuzco, cada una con un vaso de ron, cuando ir a Perú era como ir a Pucón: te encontrabas con todos, salías a bailar todas las noches y no veías a los chilenos rayando muros centenarios. Nos vimos también en Antofa y nos reencontramos este año, en un verano improvisado, durmiendo en una cabañita en medio de un cerro, con una escalera maldita por la que sufríamos, pero que entendíamos que nos hacía bien para la celulitis que nos ataca.
Pasamos el verano en busca del público objetivo, sólo que no sabemos si habíamos llegado un poco tarde o un poco adelantada. Preferíamos quitarnos la edad para no parecer mujeres desesperadas en busca de púberes, que hace muy poco habían dejado de jugar con Barney. Tomábamos el sol en el sector dos y medio, porque la celulitis es un impedimento para entrar al sector 5. Y también, porque ya íbamos a dormir la siesta y no a recibir flyers que nos sirvieran para la noche.
Con la Josefa nos quedábamos conversando hasta tarde y jugábamos a poner el ombligo en la espalda para quedar más flacas. Mientras yo hacía llamadas escondida, ella las recibía de un hombre, que cuando tomaba, le hacía llamadas de cien pesos. Hacíamos la lista de las cualidades del hombre ideal que no dijera ni dama ni fino, y que porsupuesto no usara mocasín con chasquilla.
Ahora la Josefa, que tiene una hermana muy sí, la Cé, que hablaba más rápido que yo y se convirtió en mi ídola, deambula libremente por el norte. En unas vacaciones eternas, mientras planea una fuga internacional con el de las llamadas de cien pesos.