"Aquí viene Misses por una Causa" es lo que repetía la Stefa mientras íbamos a repartir los regalos de Navidad de las dos cartas que saqué de Correos, para hacer de Viejito Pascuero. Ante la insistencia de la mamá, al final fuimos el viernes a dejar lo prometido. Para evitar problemas con la delincuencia, dar vueltas mil veces antes de llegar a la dirección correcta, decidimos que era mejor que nos llevara un chofer del papá en un camión, para que además, tres locas solas no diéramos bote por poblaciones re peludas. Así que ahí estábamos arriba del camión, la Pame, la Stefa y yo. Con una caja llena de mercadería, dos pollos asados recién salidos de la asadera, un oso de peluche y un Barbie princesa llena de flores. Y Pedro, el chofer que claramente iba riendo de tres pelusonas que juramos que salvamos el mundo por hacer ayuda social. Yo iba feliz arriba del camión. Fue como pintoresco. Porque cada vez que nos bajámos el chofer nos abría la puerta y nos esperaba atento afuera. Me creía Athina Onassis. En bajo perfil, claro está. Nuestra primera parada fue Lo Espejo. Nos costó llegar a la casa de la Daniela, porque por allá las casas no tienen números. Estaba ella y su mamá, la señora Teresa. Hay historias macabras y esta. La Daniela quería una cena de Navidad, sus papás no sabían que la habían pedido hasta que yo llamé para que me indicaran como llegar. Cuando llegamos estaba como en estado de shok. La verdad que no decían nada. Ni daban las gracias. La señora Teresa nos contó que estaba cesante, que tenía 3 hijos drogadictos, dos con Sida. Y dos menores, la Daniela y el Daniel, que se portaban bien. A los drogadictos no los hacía entrar a la casa porque se robaban las cosas para gastarlas en pasta base. Su nieta gracias a Dios no tenía Sida, eso que nació cuando su mamá ya era portadora. Yo, ultra pelotuda, no entendía porque todos se contagíaban en el barrio de Sida, si su explicación era "por la droga". Imagino que se inyectaban cosas, pensé. Hasta que la señora Teresa nos dijo que era porque volados se acostaban todos con todos, que la población estaba llena de enfermos de Sida, que hay hartos niños contagiados. El señora Teresa se puso a llorar. La Gualeta, mi hermana, que es como la Margaret Tacher, también. Es que su historia era horrible. Nos despedimos de un abrazo y nos fuimos. Es que no pueden caber tantas desgracias en una casa básica. Ya embaladas con la ayuda social nos fuimos a dejarle una muñeca a la Francesca, una niña de 8 años, de la población San Gregorio. Después de cachar que el asunto por ahí es medio brígido, nos reímos con un grafiti que decía "San Goyo". Es que nadie puede. San Goyo es muy seco. Nada de pasto, al contrario de lo que imaginé nadie en la calle. Pura tierra. Tocamos el timbre en una casa esquina. Sale una mujer, que probablemente es muy joven, pero tremendamente obesa. Preguntamos por la Francesca. Nos dice que es su hija, que está en el gimnasio en una celebración de Navidad. Le encontramos cara de pilla, así que le pedimos amablemente que la vaya a buscar. Esta gorda anda con una blusa morada. Sale a la calle y la saludamos de un beso. Es una guatona divertida. Lo primero que nos dice es "ustedes son gringas". Nosotras nos reímos. Tres veces más nos dice que somos unas gringas. Le contesto que somos teñidas. Me mira y dice: Teñida natural tiene que ser. La loca porfiá. Con mis hermanas nos reimos, le saltamos una talla al estilo voy a venir más seguido para acá, para que nos suba el ego. Le preguntamos a la Gorda de la Francesa. De cuántos hijos tiene. Nos dice 4 y medio. Debajo de esa grasa abdominal que los aeróbicos no saben quitar, como diría Arjona, no puede haber una guagüita de 5 meses. Nos repite a cada rato que su marido y sus hijos son flaquitos y que ella es la única gorda. Total, para ella, lo importante es comer nos confiesa. Y cómo debe comer. Pasa un hombre en bicicleta y la Gorda le grita: Oye, te presento a mis primas!! La Gorda goza con nosotras. Nos pregunta de donde venimos, si es muy lejos. No nos cree que es de San Miguel. Es divertida. Después de un rato llega la Francesca. Como dijo la Gorda es muy flaquita. Y baja. Es muy linda, y al contrario de como anda su mamá, está muy ordenada y limpia. Le pedimos que abra el regalo, seguimos pensando que la vieja es una pilla. Pone la media sonrisa, se alegra. Le gustó la Barbie. Agarramos el camión y nos vamos. Estuvo buena la tarde. Misses por una Causa, regresa a casa. |