lunes, enero 30, 2006

La ley del hielo

Hace una semana y un día mis hermanas no me hablan. Se enojaron conmigo por una tontera y fui excluida de nuestra Mafia, de nuestra hermandad. Hicimos dos grupos y yo me quede sola, mientras ellas tres se juntan a conversar en la pieza.

Yo les tiro besos y me dicen "para de hacer eso, que me das asco". Pasan por mi lado y les agarro las piernas. Me miran como si yo fuera el peor de los pedófilos. Les pido que me presten una polera para salir a bailar. No me hablan. Hasta me prometieron bloquearme de msn si insistía en hablarles.

La verdad, los primeros seis días fueron más terribles. A mí entre que me da risa y pena que no me quieran hablar. Creo que me da más pena. Pero ahora me salió la vena italiana y espero venganza. Si pues, porque cuando venga una a pedirme que vaya a las reuniones de apoderados y haga desaparecer la libreta de notas le gritaré un NO.

Y cuando la otra me pida que le haga los trabajos de universidad, le tiraré un NO directo al oido. Y la que originó la pelea, cuando me venga a pedir lo que sea, que le haga un trabajo para la universidad o que me pida plata, le chillaré un NO.

O puede que sea esa la vez en que yo deje de hablarles.

martes, enero 24, 2006

Hábitos extraños

Se supone que debo escribir mis cinco hábitos extraños. Vamos a ver qué resulta.


  • No puedo dormir sin mover la pata. Es atroz, porque me da vergüenza si duermo con alguien, pero es inevitable. A mi entender es porque me hacían dormir moviéndome como montaña rusa. Tampoco me quedo dormida si no hay bulla o en su defecto, si no está la tele prendida. Hartas veces he tenido que decir, oye, háblame un ratito para quedarme dormida.
  • Tengo que tomar todos los días, absolutamente todos, desayuno en la cama. Estoy obsesionada con eso, si me despierto tarde, lo siento, las demás cosas se atrasarán o se justifican, pero mi café y mi sánguche en cama no lo cambio por nada. Menos mal que lo he superado, porque antes incluía leer completo el Cuerpo C de El Mercurio.
  • Me tengo que encrespar las pestañas. No hay ningún día de mi vida en que no me encrespe las pestañas. Ni para ir a comprar el pan a la vuelta de la casa, o aunque no salga a ningún lado. Por eso, siempre tengo una gomita de respuesto para el encrespador en caso de muerte fulminante.
  • Tomar siempre un café después de almuerzo. Da lo mismo donde esté, los 40 grados a la sombra o qué. Si no, como que no existió el almuerzo. También lo hago cuando estoy sola, es un poco fome, pero a veces me acompaña la tele. O el diario. O el computador. O el teléfono. Igual no es muy extraño, pero yo creo que sí.
  • Siempre que voy a un baño donde hay tina y tienen cortina de baño, antes de hacer cualquier cosa, corro la cortina. Tengo la sensación de que puede estar un asesino en serie escondido con un cuchillo. Es sicosis, pero no puedo hacer NADA! si no compruebo que no hay nadie escondido en la tina. Eso me pasa en cualquier parte, casas, asados, cumpleaños, bares, lo que sea.

Bonus Track: A diferencia de la Eterno Despiste que le tiene fobia al oro, yo lo AMO! es una cosa difícil de entender por mi edad, pero adoro el oro, las perlas cultivadas, las piedras, si fuera millonaria andaría con una mina de oro colgando.

Este memé se lo paso a:

Sole

Frani

Gaby

Jose

Cony



viernes, enero 20, 2006

Me pidieron carné!!!

Yo no sé si fue un buen piropo del guardia o qué, pero el miércoles en Sala Murano me pidieron el carné para entrar... a mí, que dentro de unos 40 días cumpliré mis primeros 25 años, a mí, que estoy descubriendo unas pequeñas marcas de expresión cerca de mis ojos verdes, a mí, que ya dejé de ser carga de Fonasa de mis padres, a mí, a mí, por qué a mí.

El asunto no es tan malo si fuera a un lugar como el Aura y pidieran un requisito mínimo de edada. O algo por el estilo, pero entré y era estar bailando al lado de la Cata, mi hermana chica, puras adolescentes con faldita blanca y chalitas a tono, de verdad yo andaba en búsqueda de la arena, si era como estar en la playa y no ahí. Yo que quería estilo nocturno, me sentía como paseo de universidad en la playa bailando a Tomy Rey con sol.

Y para más remate, con la Sole y la Sole, cachando que no había ni un alma en pena en ese lugar, nos fuimos a piscolear al auto, y de verdad, la conversa encerradas en el automóvil lejos estuvo mucho mejor que estar en Sala Murano esperando que llegar el reggetón que nunca llegó. Yo, que muero con esa canción de la pobre diabla, y el dale, don dale, y el suelta como gavete.

La cosa es que después de todo, llegué muy tarde a la casa y al otro día a trabajar... el asunto fue medio penoso, llegué media hora tarde, como trabajo sola en una oficina nadie lo notó, con una caña re pesada y esperando que pasara el día yo creo que me tomé los 15 pisos de cañerías que tenemos conectadas con Aguas Andinas... después de mi almuerzo con la Vale y la Rosario en Provi, que estuvo muy simpaticón, me dió un sueño mortífero, así que me encerré con llave, puse la silla para atrás, bajé la música y dormí. Sí, y cuando desperté habían pasado 12 minutos!!, osea, eran las 3.22 y aún me quedaban 2 horas y media para irme a mi casa. Tenía una cara que daba pena, horrible de mal, pero preparé mentalmente un discurso del tipo "me dio un ataque fulminante de ovarios" para disimular mi bochornosa cara.

Entre medio, y como llevaba como dos semanas con la idea fija en mi cerebro de cortarme el pelo, porque la champa a lo Pancho Puelma me ponía enferma todas las mañanas, y que el secador, que la crema anti frizz y la plancha me estresaban, porque juro que voy a dejar enchufado todo y voy a incendiar la casa (bueno, una vez dejé 12 horas la plancha prendida sobre mi alfombrá y la quemé!... además, de varias veces que he tenido que llamar a mi mamá de la pega en la onda "hola mami, apaga la plancha pal pelo porfi"). Así que llamé a mi peluquería (la de Nelzon Tangol) y como cachaba que habían bajado los precios de Lastarria, me tincó ir para allá. Bueno, tan barato no era y además que yo me corto el pelo con la Estrella, así que finalmente terminé en la de Maipú como siempre. Definitivamente creo que ese ahorro en corte de pelo, lo sumo en bencina, pero bueno.

Ya tenía mi hora pedida para las 19.30, así que llame a la Vane, mi prima, y le dije que me acompañara, ok. Como en esta parte de la historia me faltan como 1.45 para salir del trabajo, y yo sigo encañada y con sueño, pero embaladísima con lo de ir a la pelu. Entonces, como yo soy tan bacán, no se me ocurrió nada más que ponerme a pelear con el novio. Por más que el pobre intentaba apaciguar la Araucanía conmigo, yo insistía en la pelea, el conflicto y todo lo demás. Yo era capaz de sacar la bazuca, el arma blanca, los fuegos artificiales, la luma y cualquier cosa.

El saldo. Yo llorando como Magdalena, con lágrimas de cocodrilo en el Metro. Para más remate, ayer se me ocurrió andar con una cartera chica, así que exilié a mis lentes Ralph (the original) y no tenía cómo obviar mi cara machucada por el llanto. En fin, era un espectaculo bien penoso, porque yo me daba cuenta que me miraban, pero a mí lo que me preocupaba era que se me estaba corriendo el rimel (creo que me compraré uno a prueba de agua) y trataba de sacarme lo negro de los ojos con un pañuelo desechable.

Cuando llegué al auto llamé al novio con una voz de "estoy arrepentida, pero me dolió mucho lo que dijiste", pero que en el fondo era del tipo "arrepiénte de lo que dijiste" y lo invité a la pelu. Me dijo que no. En fin. Me imagino que fue para mejor, porque tengo la sensación que mientras a uno le cortan el pelo se le deforma la cara, se pone pálida y cuando se va queda regia.
Pasé a buscar a la Vane y me invitó a tomar once y de ahí nos fuimos. Yo que esperaba conversar con ella en la peluquería, no pude hacerlo porque con el corte de pelo y el secador sólo lo que podía hacer eran señas. Al final mi corte quedó de lo más mono, menos mal que la Estrella es muy seca e hizo exactamente lo que le pedí: que me lo dejara largo, porque muero por tener de aquí a 9 meses más un Laguna Azul, que no es un hijo, sino que el pelo hasta las pechugas, porque como que antes no es ni chicha ni limoná. Lo peor es que cuando nos íbamos le dije a la Vane, ¿se nota que me lo corté? y ella, toda sincera, me dice NO.
No importa, porque hoy quedé linda, linda, como Paris Hilton, mi ídola máxima. Y porque según lo que le dijo la mentalista a mi hermana, el pelo se pone feo porque hay mucha mala vibra y harta envidia, así que con todo lo que me saqué, me siento como el Dalai Lama.
Y me voy a la playa esta tarde a ver a mi mamá porque la echo de menos. Me prometió pescado frito.
Vamos a ver si lo cumple.

lunes, enero 16, 2006

La Tortura II

Me quedé dormida y me desperté rajada a las 6.15. Como caché que la otra vez no pude comer todo lo que había llevado porque no tuve tiempo, sólo hice tres panes con pavo, el termito con café, mucha agua mineral y hielo. Y pan de pascua.
Y a las 7 estaba en el colegio, esperando que llegara otra niña más, para poder instalar la mesa. Como nadie quería ser presidenta, nos engrupimos a la apoderada de la Concertación para que fuera y ella toda inocente no sabe lo que le espera hoy. Qué malas, sobre todo, porque cuando se iba, nos dedicábamos a pelarla porque quería cumplir todas las leyes, mientras nosotras cuatro sólo esperábamos llegar a casa.
La mesa que la otra vez me produjo insolación, esta vez me dejó resfriada. Estaba en un pasillo, escondida tras una escalera, en un lugar donde la temperatura máxima no llegaba a los 15 grados. Me cagué de frío todo el día, me tomé el café apenas llegué, no me saqué el chaleco. Y me cagué de hambre.
Porque esta vez no hubo cola, ni cien viejas histéricas gritando. Todo de lo más normal. Como si fuera empleada pública, me dediqué a sacar la vuelta todo el día. Me fue a saludar una compañera de la universidad. Mis hermanas que fueron a votar me pasaron a ver y hasta llevé a la Guale a la Cruz Roja porque la pobre se sacó la cresta y rasmilló la mano. Me encontré con una conocida y me dió unos datos de pega. También me mostró su guagua y ¡por Dios! es muy poco linda, para no decir fea.
Y seguía cagada de hambre.
Apliqué sociabilidad y me hice amiga de unas apoderadas de la Alianza. Les pedí que a cambio de cuidarles los votos de Piñera, ellas me dieran almuerzo. Obvio que tuvo que ser una movida media tránsfuga porque nos podían acusar de ilegales o algo por el estilo. Así que me gané un durazno, un sánguche, galletas, jugo y agua mineral.
Y como soy mala, tampoco les cuidé los votos. Ya no quería pelear. Quería irme a mi casa. Y después me dieron más cosas para comer.
Me aburrí como ostra. Estaba muy fome todo. Aunque mi lanzamiento al estrellato estuvo casi a punto de ocurrir cuando contando los votos llegó una cámara a grabar el momento... aunque yo era la actriz secundaria, porque la Sonia los cantaba y yo sólo los anotaba. Yo creo que mi humanidad quedará como imagen de archivo en algún canal de televisión, como esa vez cuando era chica y me estaban arreglando los frenillos y grabó Canal 11 (que probablemente en esa época era RTU) y depués me vi con la boca abierta y completamente desfigurada en un noticiero. Lo bueno es que yo no más me reconocía.
Finalmente, como somos aplicadas, a las 5 de la tarde yo iba camino a mi casa. Con hambre y sueño.
Aaaaah y la pregunta del millón, qué voy a hacer con las seis lucas??
Iré a la Fuente Alemana. Me voy a comer un lomito palta, tomate y mayo, y una coca light.

miércoles, enero 11, 2006

No a las drogas

Leo a Juan David Rodríguez, el de Rojo, que fue drogadicto y ahora no. Que era dealer y después no. El que canta la canción de la lombriz que se menea, se menea y se menea.
Siempre me han caído pésimo los ex drogadictos que luchan una vez recuperados, demabulan por el universo dando consejos de cómo abstenerse a las drogas. Que se unen a Dios, que predican con el ejemplo del "hola, soy Pepito, y llevo 83 días, 15 horas, 29 minutos y 18 segundos sin probar ninguna droga" y uno tiene que aplaudirles la gracia.
Que yo me acuerde, creo que a ningún drogadicto le ponen la pistola en la cabeza y los obligan a jalar.
Me molesta que quieran predicar con su desgracia, sentirse renovados, sabiendo que los únicos que mandan a rehabilitación a un drogadicto es su familia. Si los drogadictos no se destruyen a sí mismos, sino al resto. Para que no los hundan a todos, los papás sacan los ahorros del banco y los meten en esas clínicas full sofisticadas para que el niño no se fume hasta los paños de cocina.
Y después, en la tele, aparece uno diciéndome que no me meta en las drogas. Cuando ellos ya las probaron todas. Como los curas pedófilos que predican que el sexo es dentro del matrimonio. Después que se afilaron a todos.
Y que no vengan con los problemas familiares, la influencia de los amigos y la universidad, que los hizo drogadictos. De los que se dedican a dar charlas en los colegios.
Me da fobia solo pensarlo. O sea, no me compliquen que a mi alrededor cohabiten conmigo los que les gusten las drogras. Pero que después, no se hagan los santurrones.

viernes, enero 06, 2006

Odio el delantal

Desde chica le he agarrado fobia a los delantales. Cuando uno va al jardín, y le chantan uno a cuadrillé rosado, da lo mismo. En esa época no todos tienen sentido estético, y es hasta tierno diferenciar los rosados de los celestes. Es como tierno.
Cuando ya estaba en el colegio y tenía que ponerme el azul, me daba un poco de fobia. Primero, porque me cargaba tener que echarlo a la mochila el domingo en la noche, era la primera señal de que al día siguiente empezaba mi tortura escolar. Después, porque muchas veces los dejaba en el colegio los viernes, y ahí venía el reto de la mamá porque no lo traía. El delantal era como ponerse la camisa de fuerza, estaba condenada a estar ocho horas metida en una cuestión, fea y molestosa, poco estilosa. Además, cachurera como he sido siempre, llenaba de lápices los bolsillos, y de papeles y de confort (en esa época no era adicta a los pañuelos desechables). Y tenían papeles de dulce, y pedazos de lápices de cera, esos Reihn guatones, que transpiraban la mano de tanto pintar.
Para rematarla, mi mamá y su estilo inglés para vestir a las cuatro mujeres que tiene por hijas, nos vestía de vestido y delantal blanco, con vuelitos que estaban tan de moda por allá por los 80. Ella se lucía con nosotras cuatro vestidas con los vestiditos de las bordadoras de Conchalí y encima nos chantaba los delantales. Hasta mi abuelita nos traía de España unos que parecían de la realeza borbona. Bien top la verdad.
Con el tiempo, a mi estilizada madre se le ocurrió que esos elegantes delantales se veían de lo más bien arriba del uniforme del colegio, y como íbamos a clases en la tarde, nos vestía en la mañana y nos chantaba el delantal. De que nos veíamos bien, nos veíamos. Pero yo ya no estaba en edad de jugar con barro, así que tanto ensucie no era.
Así me pasé la vida odiando los delantales.
Hasta que allá por mis nueve años, íbamos al colegio cuando a la niña que mi mamá acarreaba en el auto se le ocurrió decir que se sentía mal. Era lunes, como a las una de la tarde. La Paula, que vivía cerca de nuestra casa, se baja del auto y la mamá le pregunta si se siente bien.
Yo creo que me odiaba, porque en vez de contestar, me vomitó entero el uniforme. Pero ENTERO!!! Así que en plena calle la mamá me sacó el jumper, me puso el delantal y me tuve que quedar todo el día con enagua (así se escribe?) y delantal, mientras me traía otro limpio.
Menos mal que llegué a séptimo básico. Y ahí uno era grande. Y nunca más veías el delantal.
Así crecí, odiándo los delantales.
Más aún, ahora les tengo fobia. Son para mí como el ajo es para el Zancudo Draculón.
Osea. Me carga esa gente que cuelga el delantal con un gancho en los autos. Esa gente me dice "cuidado, soy doctor, así que más respeto mijita". Es como si yo anduviera con la grabadora colgando del espejo retrovisor diciendo "epah! cuidado, que soy periodista y puedo hacer un reportaje que te destruirá maldito".
Nada que ver.
En los años de universidad en Metro veía a miles disfrazados de doctor, de la onda "Más respeto, vengo del turno". O sea, yo considero que nadie puede andar disfrazado de doctor en el metro o en la micro. Por lo menos, los bomberos, las nanas, los periodistas, los carteros o los abogados andan así por el transporte público. Los Carabineros sí (es que desde que me partearon, los trato con cariño). Pero ellos no están disfrazados. Es su uniforme y son re buenas personas (estoy quedando bien con todos?).
Bueno, y todo parte porque trabajo cerca del Hospital Militar y todas las mañanas veo a médicos disfrazados caminando por Holanda. O sea, nadie puede andar vestido a lo pabellón caminando por la calle. Si esto no es ER o algo por el estilo.
legó

jueves, enero 05, 2006

El parte salió 5 lucas!

Soy feliz !!!