sábado, mayo 21, 2005

La tentación del e-mail o cómo mantener la esperanza con un correo electrónico

Así es la vida. Un día estás de novia y aunque todo va mal, piensas que tiene solución. O no te pescan, pero crees que es lo típico de un hombre. Empiezas a darte cuenta que los hombres no salen a bailar solos, sólo porque les encanta moverse al ritmo de la música. Y te ves un sábado en la noche, sola, mirando a la Gorda Vivi uniendo a otros gordos a quienes les han roto el corazón. Ya, después de tanto síntoma, sigues creyendo todavía que el test saldrá negativo. Entonces, llega lo que siempre tu inconciente se negaba a declarar: te terminan.

No hablaré del típico dolor de guata, el llanto reprimido y el deambular sicótico con que andas por la vida esperando que la micro justo se desvíe a la vereda y arrase con el cuerpecito, flaco en esos momentos, con el que esperabas el autobús con destino a ninguna parte. El tema que convoca es la humillante tentación de mandar un correo electrónico al provocador de tus males.

Entonces, te despiertas cada día y prendes el computador. Revisas tu correo y nada. No hay un mensaje para ti. Más bien, sí te encuentras con algo: tu amiga que se encuentra en las playas de arenas blancas y aguas tranquilas te cuenta lo bien que lo está pasando; tus amigos te mandan cadenas recordándote lo mucho que te quieren a pesar de que no los ves hace bastante tiempo y La Tercera te envía los titulares de la tarde anterior. Pero del inombrable: Nada.

Con esta lectura matutina empiezas a escribir un texto eterno contándole a ese hombre lo que has hecho los últimos días sin él. La ida a esos eventos a los que te invitaron sólo porque alguien les contó que era bueno que te invitaran a salir. Y continúas haciéndote la que no pasa nada, llenando líneas tan tontas y sin sentido, que hasta ti misma te darían pocas ganas de leer. Sabes que con esto no perderás la dignidad y lo peor que pudiera suceder, es que no lo vieras nunca más en tu vida, con seis mil millones de personas en el mundo, hay pocas posibilidades de que alguien te recuerde los indignos correos que enviaste en tus años de juventud.

El problema real es que un mail puede contener lo que quieras. Así un lunes le explicas lo salvaje que estuvo ese fin de semana. El martes le pides que por favor te devuelva el libro que le prestaste el día en que empezaron a salir. El miércoles, como no ves respuesta alguna, te dedicas a enviarte los correos a ti misma dándote esperanzas y buenas energías. El jueves, por fin, ves una respuesta y lees "ok, te lo dejo con tu nana", mientras te emputeces con el pobre computador que no tiene la culpa de que te hayas enamorado de un troglodita. El viernes esperas que no hayan pagado banda ancha para no tener que revisar tu correo, pero como te puedes conectar, prefieres desenchufarlo. El sábado te conectas a msn y hablas con un pobre tipo, que al igual que tú, lo ha dejado su novia. Lo bueno, es que sufren juntos y planean una cita que nunca sucederá. El domingo lo pasas pensando en qué estará ese hombre que tanto te hizo sufrir, mientras ruegas que esté tan solo como tú.

Al correo electrónico deberían suspenderlo para los que los han dejado botados. Sólo son causas de males para esa gente. Escriben y escriben para los que ya han dejado de interesarse en tí. Les llenas su pobre capacidad Hotmail con asuntos que tu crees atractivo, pero que seguramente se irán a trash sin ser leídos. Y nunca te responden.

Para los que los han terminado, lo mejor es hackearse a uno mismo. Olvidar la contraseña y crear un correo nuevo. Empezar de cero con carpetas nuevas, con saludos nuevos y con historias nuevas, con una nueva lista de correos en los que no se vea un vacío en el lugar que ocupaba ese otro.

// En el próximo capítulo el otro lado. Y qué pasa cuando creces y lo único diferente que encuentran en tí es que estás más rubia!//