domingo, mayo 29, 2005

Amores que matan

Para mi Gabyta, que le encantó este
cuento en una clase de Literatura
allá por el '99, cuando eramos bachiamigas.
Cuando terminó de leer el libro se inundó de una sensación de vacío, estaba tan solo y esa pareja, la de la novela, era tan feliz, haciendo lo imposible por estar juntos. Él, en cambio, había pasado una vida tan simple, tenía 55 años, no tenía amigos ni familia, lo único que sentía como suyo era la gran casa, ya casi abandonada, de la cual no quería marcharse, porque los recuerdos de un pasado un poco mejor lo mantenían vivo.
De pronto se le ocurrió algo, quería morir, pero morir con fama, con gracia, de una manera entretenida. Él nunca había sido una persona entretenida, más bien fome, falto de humor y sin poder reir de si mismo.
Quería morir, pero lo haría con gloria y por la única cosa que lo había apasionado de alguna manera. Iba a tomar Coca Cola hasta que su organismo no resistiera la cantidad de azúcar que contenía su sangre, cuando el gas lo hinche tanto que el estómago se dilate sin poder volver a su forma original, cuando su cerebro explote como cuando sirven las bebidas con hielo y el reventar de las burbujas te llegan a la nariz.
Primero, gastó todo el dinero que disponía en comprar acciones en Embotelladora Andina, así podía acceder a una cantidad ilimitada de Coca Cola gratis, que fue almacenando durante un mes. Cuando llegó a la cantidad deseada se sintió contento, tenía listas las mil botellas que había juntado. Las tenía de todos los portes, personales, de medio litro, litro y medio, latas con motivos navideños, de vidrio y una edición limitada, sólo para accionistas, que venía en envase de cartón, como el de las leches.
Empezó a tomar lentamente, no quería que antes de su muerte terminara odiando la gaseosa y sus planes se esfumaran. Tomaba Coca Cola cada media hora para mantener el ritmo y no dejar tiempo para la absorción del azúcar y la deshinchazón. Al paso de los días era una bola de manteca, pero al mismo tiempo también sentía que estaba logrando algo en su vida.
Lo que más quería en la vida lo estaba matando y eso lo llenaba de orgullo, sería como en los libros de amor, dando la vida por su amada, porque no sólo tomaba Coca Cola, sino también con las acciones compradas aumentaban las inversiones de la empresa, y su amada seguiría siendo universal.
Empezó a respirar más lento, ya no poía juntar las tapitas de las botellas y pegarlas en las muralas, como lo había hecho. Tomó una decisión: llenó la tina de Coca Cola y se sumergió en ella, no saldría de allí hasta dejarla vacía. Empezó a beber, sus tímpanos explotaron y las corneas salieron de su posición normal como pidiendo auxilio. Mientras él cantaba en silencio, una y otra vez, las canciones de Coca Cola y la vida se le extinguía.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

paseando por posts que no había leído...qué manera de reirme, en especial con el primer post....me pregunto cuánto demorarás en darte cuenta de este comentario....
te mandé un mail de vuelta, salió ultra largo, ojalá no te aburras. Veamos si respondes!

junio 20, 2006 8:16 p. m.  

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