Una oda para mis amigas

Tengo hartas amigas. De las buenas. De las que me llaman y llamo para contarnos cosas buenas. Y también las cosas malas. A las que he llamado en momentos de euforia extrema y en otras, para llamadas jugosas en la madrugada. Con las que me ido fuera de Santiago, con las que me he quedado hasta la mañana en conversaciones eternas, con las que he arreglado el mundo. Con las que he conversado a pesar de que están al otro lado del mundo. Con algunas y creo casi con la mayoría, las he llamado llorando o riendo hasta morir. Con las que he comido mil asados, y completos, con las que he piscoleado hasta reventar. Con las que me he escapado. A las que he agarrado de un ala o me han agarrado a mí y tratamos de salvar la dignidad.
Está la Savita, que nos fuimos juntas a Perú y terminamos odiándonos hasta la muerte, y con la que después he seguido de vacaciones en Iquique, y en Antofa y en Reñaca, con la que me he reído y llorado, que estuvimos años con llamadas de larga distancia para sólo revolcarnos en historias de desamores, de piscolas de más y de macabros condoros laborales.
La Gaby que un día de desamor y llanto desmedido apareció en mi casa para sólo acompañarme en mis deseos más macabros y que me repetía una y otra vez lo bacán que era, mientras yo le pedía que no se fuera porque no quería estar sola y la mamá me decía "esa si que son amigas". Incluso, hace años atrás nos fuimos solas un día de locura a piscolear y a bailar a Suecia. Y bueno, una vez hasta salí con su hermano. La Gabyta que es seca y para mí una mente brillante. O sea, la más cabezona e inteligente de mis amigas, clever a cagar, que me aviva la cueca y se enoja siempre por mi dispersidad y porque siempre la dejo plantada. La Señorita No que es ultra ondera sin pensarlo, que detrás de sus rulos al estilo 'me peino para que parezca que no me peino' tiene un talento puro, que hace pisco sour riquísimos y que es como la fan número 1 del OJO. Con ellas pasé un año nuevo en una fiesta arriba de un cerro, mientras me cuidaban y escuchaban mis llamadas jugosas a un pololo que vivía en el norte y hasta una salió con pololo después de eso.
Tengo al Team Upi, que para serles franca, no les tenía más fé que una salida a comer. De ahí, amistad pura. La Frani, la Marité, la Yanina y la Pame. Con las dos primeras me fui a Buzios y descubrí que son más buenas para los piqueros y para comer de lo que yo creía. Todo el team fue capaz de paletearse hasta morir conmigo, fueron las que siempre me dijeron que no cuando yo todo el rato decía que si, y tenían razón. A las que les conté mil veces que había perdido los anillos en un restorán, cuando los había olvidado en el auto, y con las que mil veces tomamos más pisco sours de los permitidos.

Está la Sole y la Sole GH. A estas dos las conocí en un curso de la universidad en el que llegué y no conocía a nadie. Era la fauna más perversa y nos unimos las tres sólo por la afinidad de que nos caía mal el resto. Y así nos pasamos años tomando cafés todos los viernes, llegando algunas veces a las 8 am para ir a la farmacia en operación comando, mandando a la Shorti a comprar porque tenía más personalidad. Y después nos íbamos a tomar helados al Sebastián hasta que atinamos que era mejor dejar de lado los tecitos para lanzarnos con todo a los miércoles de Murano. Con previa incluída y piscola en el auto. Tanto, que entre las tres nos comprábamos una piscola, porque el fin último era que alguien nos pagara el trago y no tener que gastar lo poco del sueldo y la cesantía en pasarlo bien.

Esta la Maca Pye que ha sido la única con un post propio, la que me dice Pechu y me reta, y la con que nos fuimos a la fiesta de disfraces nefasta en que bailé con el hombre burbuja y terminé llorando a mares en una Esso perdida en los suburbios de Santiago. Ella la que se mueve para que no sea cesante, que me busca público objetivo y que una vez para mi cumpleaños me regaló una cartera top, sin saber que a mi más que nadie me gustan las carteras.

Y no puedo dejar de lado a la Diana, la Dani, Sauma y la Mere, del grupo de las Segovianas, que jugábamos fútbol en la universidad e íbamos a partidos con las machotas de la Chile que nos hacían perder como por 10 goles. Con idas a Murano y a Noche de Divas, con ron y previas en la casa de la Valdi, mil discos de regetón y en su tiempo axé, con bailongos en los livings o en el patio y con inclusión de más amigas, porque ahí las amigas de las amigas son las amigas, tan simpáticas y amorosientas como ellas.

UFFF me cansé.

De ahí sigo con más amigas...