viernes, junio 10, 2005

Solas y mal acompañadas

Esto ya parece rutina carretística. “Una vez más, solas” (recalcando sobretodo la última palabra) es nuestro ya gran lema con mi compañera de carretes Pía –que ya casi parecemos lesbianas-. Esa busca incansable de machos en una prototípica noche santiaguina: su happy hour, y luego a la caza (lo dije bien, con Z y no con S).
Cuando ya los rostros masculinos inclusive del peor adefesio te parecen bellos, nos lanzamos.
Primera víctima. Un tipo galán de porno barato que su primera palabra huele a sexo. Desechado.
Segunda víctima. Un tranquilo y apacible chico de lindos ojos que mira en un rincón. Después de hacer contacto visual casi media hora (y con varios cc en el cuerpo) me acerco para alejarme a los quince siguientes minutos. El tipo no sólo era un incompetente auto-referente, sino que además evangélico. Ojo que no tengo nada en contra de los evangélicos, pero mi sentido de escapatoria se activó a penas pronunció la palabra dios. Desechadísimo.
Tercera víctima. A esas horas había perdido toda seguridad del encanto femenino hasta que apareció el susodicho. Entre miradas que iban y venían, se acercó al más puro estilo Neo de Matrix (riico). Y a decir verdad, tenía hasta un aire de Keanu Reeves (doblemente riico). Después de cruzar palabras, me las di de Morpheus y supe que él era el elegido. Ensalzamiento inútil pues su linda barbie que tenía de novia, venía directo hacia mí con una nueve milímetros dispuesta a mutilarme.
Despachado.
Finalmente, la caza terminó en la casa, mientras nos repetíamos “una vez más, solas (que mal acompañadas)”.