Dejar de fumar... hace mal

Dejé de fumar. Desde el sábado. Kamikaze como soy, viernes en la noche compro cigarrillos y fumo hasta morir. Los últimos de esa noche me los fumo conversando en la cocina de un depto con un huacho muy mino. Tipo 4 y media de la mañana me invita a seguir la parranda en otro lado. Mil gracias, estoy cansada y mañana tengo dos millones de cosas que hacer, le digo media polite, media encañda.

Ahora. Me arrepiento.

Sábado AM. Soy feliz, me despierto como si llevara dos años sin fumar. Me siento bien conmigo, le sonrío a la cámara. Me despido de una gran amiga que se va a Madrid y me da pena. Uff, qué ganas de fumar. Me subo al auto, el calor me atonta. Cero ganas de fumar. Duermo toda la tarde. Qué agrado, llevo 10 horas sin fumar, me repito optimista.

10 pm y llega mi hermana desde Calama, donde está trabajando. Tenemos mil cosas que contarnos, incluso el parte que le sacaron en el aeropuerto de Antofa por traer locos. Una UTM y una citación de los pacos, menos mal que no hubo problemas con las patitas de jaiba. Deliciosas. Hasta hicimos mayo casera con la minipimer. Top.

Domingo. 00.30 hrs. Figuro con mi hermana chica en la fiestoca de cumpleaños de Fabrizio, mi primo, en esas discotec donde van futbolistas. Estamos en el vip. Todos fuman. Qué ganas de prender un pucho. Hago poder mental. No fumo, no tomo ni bailo apretado. 1 hora más tarde estoy de vuelta en mi casa, con el regalo en mis manos. Creo que es entretenido salir con mi hermana chica, sobre todo cuando el guardia me pide carné y me dice: qué engañadora es usté, si nació el 81!!! ejem, gracias, pero no repita mi edad por favor, le digo.

14.00 hrs. Me como un salmón, papitas duquesa, verduras, dos ensaladas y un kuchen de frambuesa.

16.00 hrs. El almuerzo me quedó en un muela. Pruebo torta y me como un pan con queso.

Dos días sin fumar. Dos kilos extra.

Lunes. Me como ocho panes al desayuno. Muero de hambre y los pantalones me quedan apretados. Vamos sumando kilos. Paso toda la tarde en la pega aturdida. Juego a cambiarle la musiquita al celular. TM me trae de regalo una casita de galletas y mazapán a la pega. Llego a mi casa con la casita intacta. Dos horas después, ya no quedan mazapanes ni techo ni muros. Aún no me como los arbolitos.

Martes. Me despierto a las 4 am. Veo tele como enferma de la cabeza y sueño con comida. A las 6 cacho que es una hora prudente y bajo a tomar desayuno. Por Dios, ni que me levantara a ordeñar vacas. El papá aparece preocupado en la cocina y me pregunta qué me pasa, si estoy enferma. Si, tengo obesidad mórbida, intento responderle. No, estoy aburrida, le digo. Me como dos panes con jamón y un vaso gigante de leche.

17.00 hrs. He comido todo lo que encuentro. Me miro al espejo y soy una María Marta Serra Lima versión 2.0. Horror. Me encierro en el baño y pido a Dios que me mande un pololo y que me patee con locura. Quiero que se me quiten las ganas de comer ahora. Cero cigarro, 8 kilos más.

19.00 hrs. Parto rajada a la farmacia. Me acerco y pregunto por esas pastillas fabulosas que quitan el hambre, producen taquicardia y te dejan flaca. Me piden receta. Le lloro a la mina. Le cuento que dejé de fumar y bienvenida obesidad. Me recomienda ir al médico "dejar el cigarro es razón suficiente para que te las receten", me dice con cara de alegría. Intento coimiarla. Nada. Los de las farmacias son muy concientes y honrados, pienso. Y eso que no tengo cara de periodista.con.la.cámara.oculta.en.la.cartera.

20.00 hrs. Entro en estado de shok a otra farmacia natural. Osea, de homeopatía. Le cuento a la señora mi problema. Me da mis gotitas. Unas para calmarme, otras para que me de sueño y otras para dejar de comer. Lloro de felicidad.

Así estoy. En vez de cigarros en la cartera, tengo 4 frascos de gotitas. En vez de sacar un pucho y el encendedor, agarro todos los frascos y los echo en un vaso con agua. En vez de tener los pulmones limpios, tengo 4 kilos extras.

Escúcheme don Miguel. Dejar de fumar hace mal.