martes, julio 26, 2005

Nada y todo está bien

Estos dos días me he levantado con ganas de nada. Feliz me quedaría viendo los matinales y sus concursos para cabros chicos. Tomaría desayuno temprano y volvería a dormir. Estaría en la playa con la mamá. Y evitaría urgirme con el diario ¿qué me voy a poner hoy?

Las cosas han estado bien. Súper. Tuve un lindo finde y hoy estoy invitada a una cena con abogados mexicanos que, según ellos, quieren conocerme porque les han hablado muy bien de mí. Es en el Cap Ducal (al que nunca he ido), a las 8 y estarán 23 personas más. Suena entretenido, sobre todo porque quieren saber mi opinión como periodista, de la Reforma Procesal Penal. Eso me da risa. Yo, que apenas me he informado de cómo va todo en Santiago.

Ayer pasé todo el día pegada al computador sin hacer nada. No tenía ganas. Me comí un poco nutritivo pan de almuerzo y ni siquiera eso me motivó. Las clases estuvieron bien. Aprendí que Largo significa ancho. Que Lungo es largo. Le conté al papá y me empezó a decir cochinadas en italiano. No me acuerdo de la palabra. Fue muy divertido. Eso estuvo de lo mejor.

Y escribí. Escribí largo y tendido. Me reconcilié con una pluma herencia de un antiguo pololo arquitecto y divagué sobre la vida. Después hice eso mismo en la noche con la Guale mientras nos comíamos unas pizzas del Dominó. Le conté que con la plata que junto me voy a estudiar a afuera o me compro un departamento, todo antes de los 30. Me dijo que estaba cagada, que debía decidirme por algo. He estado gran parte del día pensando en eso. Y no logro ninguna respuesta. Pienso también en otras cosas. Ser mujer en esta época es lo peor.

Antes de los 30 las mujeres deben hacer muchas cosas y decidirse por qué cosas dejarán en el camino. Puras contradicciones. No quiero tener un hijo ahora, pero tampoco a los 40. Mejor no tenerlos. Quiero ir a estudiar a Italia, pero tengo que juntar full plata. Quiero comprarme un departamento, pero es más plata (que sacaré del pospuesto viaje a Italia). Quiero armar un negocio grosso de no se qué (y me puedo pasar toda la vida en la búsqueda de la idea gloriosa). Quiero casarme sin hijos con el guachón de mis sueños (dudo que él lo quiera). Por mientras sigo acá. Aún sin ganas. Ni siquiera con las ganas de pensar en el futuro.