domingo, septiembre 28, 2008

¿Qué te pasó Paris y Falabella?

El sábado en la mañana llegué a mi casa con una caña que a mis 27 ya es dramática, a medio morir saltando agarré el diario y me preparé un café, por si se me pasaba un poco la cosa antes de ir a almorzar con mis papás.
Abro La Tercera, con sus dos millones de revistas y, horror, me encuentro con los catálogos de belleza de Paris y Falabella. Para estar un poco más en onda, en el de Falabella la portada era la Bolocco y en el de Paris, la Tonka con la Claudia Di Girólamo.
Esto era. La Bolocco sale mina, muy mina. Pero parecía mi hija!!!! Qué onda los diseñadores de revistas, como que no cachan que se les va mano con el photshop. La Bolocco se veía más joven que el 87 cuando salió Miss Universo. Hasta de ojos azules. Yo la miraba y me miraba, y de verdad me sentía más arrugada que ella, yo casi lloraba, si no fuera porque mi dolor de cabeza era más satánico, me hubiese puesto a llorar.
Después, qué onda la Di Girólamo. Podría ser su nieta, pero yo parezco su abuela. La cagó la mina, hasta mi hermana chica, la Cata que tiene 20 se ve más vieja. Es una vergüenza, yo no sé si estas mujeres cachan que se fueron al chancho con el estiramiento de sus carachos o juran de guata que se ven de lo más que hay.
Es triste. Y ridículo.

lunes, septiembre 22, 2008

La rehabilitación existe

No tuve que ir a alcohólicos anónimos. No tuve que decir mi nombre con cara de arrepentida. Sobreviví a las piscolas y hoy estoy aquí para contarlo. Qué noches aquellas de desenfreno y soltería con mi querida amiga Maca. Después vivinieron las noches de desenfreno y pololo. Más noches de inauguración de departamento, para ser bien honestos, como dos meses de evento tras evento, noche tras noche, y como siempre, y yo no podía desentonar. Al otro día me levantaba feliz e iba a trabajar, iba a almorzar a la casa de mis papás, seguía intacta hasta la noche siguiente. Mi vida era perfecto.
Hasta que llegaron varios domingos en que no tenía ganas de levantarme. Me levantaba y veía en la pieza de al lado a mi amiga Chuminga Belén en el mismo estado catatónico. Las dos caminábamos como sombies y odiabamos las piscolas de la noche anterior, porque en el fondo, nos destruian un domingo de entretención non stop. Ya no nos daban ganas de hacer el aseo y mirábamos con ojos chuecos a los invitados de la Dani que iban a tomar té al departamento.
Pero un día llegó la iluminación. Mi amiga Andrea, que no veía hace un par de años, llegó al dpto con una botella de vodka y un jugo ligth. Eran como las 10 de la noche y nos pusimos a conversar de la vida, mientras la botella bajaba y bajaba, y los cigarros se acababan, y nosotras dale que dale con tantas historias en tantos años, hasta que nos dieron las 4 am. Me acuerdo que con la Andrea nos dimos un abrazo apretado al despedirnos en estado catatónico y me prometió llamar cuando llegara a su casa. Lo bueno es que andaba en taxi y yo, para llegar a mi cama, sólo tenía que caminar 7 pasos.
La madrugada fue espantosa. Creo que dormí en el baño. (Hermanas, plis no insistan con enseñarle a la mamá a usar internet con mi blog). Juraba de guata que esa noche sobreviviría y me daría un ataque de cirrosis fulminante. Estaba a punto de ver la luz y le juré a todos los santos que dejaba el trago.
No sé como llegué a mi cama. Al día siguiente mi cabeza estaba que explotaba. Fui a pedir auxilio donde la Chuminga Belén y estaba peor. La invité a pasar la caña en mi pieza y figurábamos las dos acostadas en mi cama sufriendo en silencio. Autoflagelándonos. Rogando a Dios el perdón divino.
Intentamos con esos jugos milagrosos y nada. Ni el gatorade. Ni el tecito. Ni el agua con azúcar.
Y la cabeza sufría.
Desde ese día prometí dejar de tomar. Y como una iluminación divina, le decía que no a las piscolas. Veía un ron y lo saludaba feliz, pero pasaba de largo. Me acuerdo de noches enteras tomando coca zero. Era como un animal raro. Mis papás me invitaban a almorzar y rechazaba el pisco sour. Mi mamá me miraba feliz. Era un ejemplo para la humanidad. Y así pasé el 18.
Hasta hoy, que me tomo una piscola feliz mientras mis amigas no alcohólicas ven Amor Ciego.